
y entonces cuando siento,
el acero se retuerce en mi corazón
y vibra espantado por su frío contacto.
Sólo cuando me fundo nacen lágrimas grises y brillantes,
sólo entonces puedo hacerlo,
mientras dejan su negro rostro en mis mejillas.
Es el momento en el que puedo desaparecer,
y no regresar,
dejando por el camino agujeros de metal fundido…
Soy acero,
así que no te lamentes, padre,
que no sufro,
que puedo levantar ciudades enteras de vida,
y de lágrimas fundidas por ti.
Tengo acero en las venas,
así, que ni sufro ya aunque no estés,
y todo porque seguimos hablando,
y estos arañazos que ves apenas puedo sentirlos…
Soy acero…
Acero o nada…
Para mi padre, el gran Rafael J. Salom Serra,
Y para las miles de personas a las que ayudó a ser un poco más felices
Por otra parte, Durban me dice algo:
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En cualquier caso, los dos tenemos algo que deciros: GRACIAS¡¡¡
Soy poco dado a la poesía pero me encanta tu blog , deberías publicitarlo un poco, que no se pierda el talento.
ResponderEliminarSaludos
he tomado prestado tu posesía titulada "El tormento y el amor" como regalo a mi reciente ex-novia... gracias.
ResponderEliminar"El trapecista miedoso". Un cuento precioso. Te lo dice el ropietario de la era de las gallardas.
ResponderEliminarHace falta actualizarlo.. eh? je je
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