lunes, 16 de noviembre de 2009

LA NOCHE DE KERBALA

Prólogo




Quiero morir. Morir, sí. Crecer como sólo ellas lo saben hacer, hasta que ya no pueden más. Cambiar de color, de forma tal vez, y como ellas, llenarme de viento estelar hasta desintegrarme. Quiero morir para iluminar todo como no lo había hecho nunca aunque sólo sea un instante. Quiero morir para que mi fin sea un principio infinito, para tratar de vivir como ellas, como las estrellas, pero no para que mi brillo regale vida durante miles de años, sino tan sólo unos pocos segundos, no como lo haría Orión. Creo que ya he empezado. De pronto mi fe de no creer en nada se ha esfumado. Al menos estoy segura de que los que ahora me reciben son ángeles que me dan la bienvenida. Hay algo peor que estar muerto, es estar vivo y no desearlo. Quiero morir, y voy a empezar a partir de ya. Aunque esto es mucho más extraño de lo que pensaba. Estos rostros que me observan deben de ser los ángeles que acogen a los que nos morimos y no sabemos cómo hacerlo.




El cuerpo de Lola yacía desordenado en el suelo, en una figura que desafiaba la resistencia de sus músculos y articulaciones. Nada extraño en un muerto, que adopta posiciones ridículas, consciente que el mundo en el que la observan ya no le pertenece. Pero Lola no estaba muerta, al menos, por ahora.

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